A veces pasa que cuando crees que ya nada puede sorprenderte, viene algo y te deja en blanco. Rallando la papa, marcando ocupado, exigiendo una explicación….
Esta semana que recién pasó estuvo marcada por el reencuentro. Personajes, lugares y hasta viejos olores llegaron de golpe y sin pedir permiso a chasconear mi vapuleado corazoncito. Fue un regalo divino que me llenó de luz y alegría, que me obligó a recordar las cosas lindas que se habían llenado de polvo y no podía verlas. Ahora no quiero parar, necesito adueñarme de esas memorias añejas que no parecen mias, darles el espacio que por tantos años les fue negado. Ahora descubro en mi pasado que mi vida estuvo rodeada de momentos felices, de cariños y amistades que en su tiempo no supe apreciar, las dejé pasar como algo natural, sin importancia, sin pensar que me serían útiles en momentos oscuros.
Una cosa la tengo clara, quizás la vida me dio esta segunda oportunidad porque recién hoy tengo la madurez para no dar nada por sentado, apreciar cada cosa, cada segundo, y entregar el doble de lo que recibo. Y no pienso desperdiciar el tiempo, no señor!!!.
Entre tantas cosas que me pasan por la cabeza, tengo que reconocer que mi ego esta inflado al mil. O más bien, empiezo a sentir orgullo de mí. Comprendo que mis actos sí dejan huellas, que a veces son cercos profundos en la vida de otros, que no soy dispensable. Entiendo que mi forma de pensar y de ver el mundo, si bien no es original, es congruente y eso se valora. Me aclaro que ser inteligente también es saber reconocer nuestras virtudes sin creer que caemos en la vanidad, que es bueno decirnos que nos queremos, que nos gustamos…
Todo esto se lo debo a mis amigos, los antiguos, los nuevos y los reencontrados. Su porfía, esa mala costumbre que tienen de quererme, me llevó a replantear muchas cosas. Es que yo entiendo que a veces puedo ser buena onda, pero cuando aparecen en tu peor momento, cuando te sientes perdida en el espacio, sin energía, te sientes fea y vieja y sin nada que aportar, y vez que tus amigos siguen ahí… supongo que hay que empezar a creerles el cuento un poco.
Pero debo decir, que cuando aparece alguien que hace 20 años no ves, y demuestra tanto cariño… no quiero sonar desagradecida con todos mis amigos, pero este reencuentro se lleva el premio. Que increíble es darte cuenta que a veces solo basta un año, compartir los recreos y miles de palabras, para cimentar una amistad eterna. Que rico es darse cuenta que aunque cambie el envase es lo de adentro lo que cuenta y que, en raras ocasiones la amistad entre una niña de 9 años y un muchacho de 14 es algo más real y serio de lo que cualquiera puede imaginar. Estoy golpeada, siento algo muy parecido a cuando conocí a mis hermanos, una emoción tan fuerte que brotan las lágrimas porque con las palabras no alcanza. Estoy agradecida.
Gracias amigos, gracias Tuto, y gracias miles Leo. Gracias por recordarme con tanto cariño, por devolverme esos momentos felices que había olvidado. Nos seguiremos encontrando acá y en la vida real, porque tengan por seguro que están desde hoy y para siempre en mi corazón.