martes, enero 15, 2008

adios Patricia


Un día cualquiera, cuando tenía 12 o 13 años, en esas búsquedas ávidas de lectura, me tope con un libro más bien grueso y de simple diseño. En la tapa se leía "Los Zarpazos del Puma" y salía la foto de un helicóptero. Me llamo la atención y sin preguntarle a mi vieja se lo robé para leerlo.

No alcance a darme cuenta cuanto significaría en mi vida leer la primera página, pero a penas empecé la lectura entendí que el texto me había buscado a mi y no al reves. Mientras iba devorando página por página sentía como el velo que tapaba mis ojos se corría. Lloré muchas veces, sintiendo en lo más profundo cada historia de horror y tortura, cada muerto, cada desaparecido.

El nombre de Patricia Verdugo se me incrustó en la memoria. Fue ésta mujer -y no otra cosa- quien me enseñó que mi mundo era falso, que había crecido en la mentira y el engaño. Entonces empecé a leer otras cosas, a prestar atención a las noticias, analizar desde mi inexperiencia la importancia enorme que tuvo el 5 de octubre de 1988. Me bajo la urgencia por difundir esos hechos que yo recién conocía y entender la historia desde otro prisma. En una época donde no existía el internet y en las bibliotecas municipales no se encontraban revistas, diarios o libros que contradijeran la versión oficial, sólo me quedó la historia oral, contada por los grandes que tuvieron la bondad de explicarme algo que nadie hablaba, la enorme fractura que dividió a mi país para siempre.

No sé si fué ese encuentro casual lo que me llevó a estudiar periodismo, a ser cada día más radical y activista, a odiar y temer el abuso de poder y las armas, amar mi libertad y tener esta urgencia de comunicar. Posiblemente la semilla ya estaba y sólo bastaba un poco de agua para hacerla germinar. Los Zarpazos del Puma, y la integridad y lucha de Verdugo, fueron un tremendo baldazo.

Mientras escribo estas líneas, Patricia viaja el último tramo de su vida. Su cuerpo, agotado por la lucha contra el cancer, cedió la batalla el domingo recién pasado. Yo, encerrada en mi mundo mezquino no lo supe hasta hoy, que la lloro con la misma tristeza personal con que lloré a los muertos de sus libros. Lloro porque siento que perdí a mi querida maestra y me siento un poquito desamparada, ya no estará su pluma valiente para enfrentar a los tiranos del pasado y los del futuro.

Sólo me queda darle las gracias por el enorme regalo que me dio, un día cualquiera cuando tenía 12 o 13 años.










la tapa del libro no es la original... la versión que llego a mis manos no tenía los destacados en rojo, pero debajo se puede observar el helicóptero que tanto me llamó la atención. Mi libro lo presté y nunca me fue devuelto. Deuda pendiente....